Avicultura
Las aves de corral han sido parte del paisaje rural argentino y un importante complemento de la economía doméstica desde 1857, fecha en que llegan las primeras a la Colonia San José en Entre Ríos traídas por Colonos Suizos.
Si nos situamos en 1945, ya había en Argentina una importante población de aves, con un concepto semi industrial de explotación, con líneas de pedigree y algunas cruzas con doble propósito, la hembra para producción de huevos y los “gallitos” para consumo.
Se los alimentaba con “mezclas” a base de granos y la explotación era a campo o semi libertad.
La comercialización estaba organizada a través de acopios y consignaciones representadas por personas u organizadas en cooperativas. El grueso de los productos acopiados convergía en el Mercado Concentrador de Aves y Huevos de la Capital Federal, donde tenían sus puestos los más importantes mayoristas.
En este sitio se preparaba la mayoría de la mercadería, se clasificaba y seleccionaba el huevo para consumo, se vendían vivos los pollos de cinco meses y 2,300 kg, las gallinas y los gallos, como también otros tipos de aves. Para aquéllos que lo solicitaban, las aves se mataban y desplumaban; no se las evisceraba, sino que se las vendía enteras.
En general los consumos no se medían, pero se estima que no llegaban a 3 kg/habitante/año, aunque a este consumo debería agregársele aquél de aves criadas en forma doméstica.
Con leve crecimiento y una progresiva organización en la producción, esta estructura se extiende hasta el comienzo de los años 1960.
Para estos años llegan al país los padres de los pollos híbridos o como se los denominó en Argentina, “pollos parrilleros”. Esta denominación popular tiene que ver con que recién a partir de la llegada de estas nuevas razas de pollos es que comenzamos a consumirlos asados a la parrilla y luego rostizados. Los pollos anteriores a los parrilleros se utilizaban en preparaciones como guisos, tucos, pucheros y alguna vez al horno, dado que a la parrilla su carne era fibrosa y seca.
Se sitúa en 1959 el nacimiento de la avicultura industrial en Argentina. Desde ese entonces el sector, tanto en lo que respecta a producción de pollos para consumo como en producción de huevos, no ha dejado de crecer, de equiparse, y de mejorar continuamente el aseguramiento de la calidad e inocuidad de sus productos.
Con las líneas híbridas (Tompson, Arbor Acres, Cobb, Pilch, Ross, Shaver) llegaron los planos para la construcción de los galpones donde alojarlos y criarlos.
Por aquel entonces, las nuevas incubadoras eran gigantescas máquinas con capacidad para 100.000 huevos mensuales que ampliaban el parque existente de máquinas de 7000, 14000, 24000, y 60000 huevos mensuales.
Estas líneas demandaban un alimento acorde con su capacidad de crecimiento por lo que éste debía ser “balanceado”, es decir, adaptado a sus necesidades nutricionales. A las fábricas locales que producían alimento balanceado para la industria existente (Vitosan, Ganave, Provita, etc.) se incorporaron las nuevas “Purina” y “Cargill”, con tecnología, técnicos y nuevos conceptos. El consumo anual por habitante, que era de 4 kg pasó a 8 kg para 1965, y ya hacia 1970 se situaba en 10 kg. El pollo, un producto hasta ese entonces consumido en fiestas y ocasiones especiales, comenzaba a incorporarse a la alimentación familiar con una frecuencia de casi una vez por semana.
Los galpones brotaban, Entre Ríos era líder en la transformación y Buenos Aires descubría esta industria tanto en pollos como huevos. Los cuellos de botella comenzaban a aparecer, el sistema comercial de acopio y Mercado Concentrador no resistía la oferta, pero tampoco resistía esta industria que ahora tenía costos y buscaba productividad y competitividad.
La primer planta de faena de pollos concebida integralmente para faenar, desplumar y eviscerar los pollos (había otras que se habían adaptado), fue San Sebastián. El cartel que anunciaba el emprendimiento decía que se construía una Planta de faena con una velocidad de 1800 pollos por hora para en una segunda etapa llevarla a 3600 pollos por hora, un número que costaba aceptar y entender. Hoy, el sector cuenta con 14 plantas con una velocidad de faena superior a 10000 pollos por hora.
Otro cuello de botella grave para Entre Ríos era el traslado de su producción a los centros de consumo y cómo traer las materias primas para la elaboración del alimento balanceado o el alimento ya preparado. Todavía no había puente Zarate Brazo Largo ni Túnel subfluvial Hernandarias; los caminos eran de ripio, el cruce se hacía en balsas y el producto debía llegar en buenas condiciones.
El crecimiento continuaba y ya en 1970 la producción se acercaba a los 12 Kg/habitante/año. Más allá de esta visión positiva, los crecimientos generaban importantes crisis, el sector estaba segmentado en su producción, razón por la cual era difícil proyectar su oferta, en tanto el consumo siempre fue elástico respecto del precio. Es decir, que a menor precio, mayor consumo, y también la inversa.
En 1976 comienza el proceso de integración vertical: si se quería ser competitivo había que quemar rentabilidad en etapas y concentrar todo en el pollo terminado eviscerado. Así, entre 1976 y 1983 el sector quedó mayoritariamente integrado produciéndose los huevos fértiles, los pollitos BB, el alimento, y tercerizando el cuidado y la guarda en los criadores integrados para luego faenar y comercializar el producto.
Este nuevo concepto productivo, que bajó aún más el precio al consumidor final, consolidó el hábito, aumentó el consumo a más de 14 Kg/habitante/año y llevó gradualmente a un crecimiento constante y una profundización en la búsqueda de la productividad y competitividad.
La tecnología cambiaba a nivel mundial llevada por la genética de las aves y los productos pollo y huevo se posicionaban como las proteínas animales de más bajo precio al público.
En los años 1990, Argentina tomaba el desafío de incorporar la escala y la reconversión tecnológica. Sin salida exportadora se dio el cambio y un proceso de concentración que dejó a muchos en el camino; el exceso de oferta llevó el consumo a 26 Kg/habitante/año.
El abandono de la convertibilidad permitió demostrar competitividad y niveles productivos. Hoy se exporta a más de 60 destinos de los 5 continentes, el mercado interno consume 46g Kg/habitante/año y crecen la demanda y la producción, que en 2016 fue de 2.100.000 de toneladas.
En el año 2016 celebramos los 57 años de la avicultura industrial argentina, la cual hoy tiene reconocimiento internacional. Lo saben los consumidores de Europa, Emiratos Árabes, Japón, Rusia, China, Macedonia, Kirguistán, Bahrein, Sudáfrica, por citar sólo algunos. Y lo disfrutan los pueblos de Entre Ríos, Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Salta, Santa Fe y Río Negro, donde se asienta la producción.